Esta tarde a las seis y media voy a mantener una conversación con Jorge Escohotado acerca de la obra de su padre, Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio. Repasando mis apuntes me siguen llamando la atención dos temas.
El pobrismo es el primero.
¿A qué viene ese rechazo del progreso económico que, con sus luces y sus sombras, nos ha traído hasta donde estamos? ¿Por qué atribuir al sistema económico lo que le pertenece a la naturaleza humana, como lo es la depredación, el parasitismo o la envidia?
El segundo tema es la certidumbre.
Para Escohotado, es difícil asumir la libertad que viene acompañada de azar e incertidumbre. Sien embargo, es mucho más fácil elegir la servidumbre (añadiría, voluntaria) que aporta una sensación de seguridad, por el hecho de que ya están pautados los qué, cuánto, cómo y porqué. No hay que arriesgar tomando decisiones. Y, además, si algo sale mal siempre cabe el recurso de echar la culpa a la autoridad.
La frase para reflexionar con la que me quedo hoy es ésta: “La igualdad material es tan rentable y viable como la igualdad anatómica”.
¿Sobreviviríamos si todos fuéramos anatómicamente iguales? ¿Qué progreso cabría si se diera la igualdad material?
La diferencia anatómica, pero también en inteligencia y en habilidades, permite que me enseñen qué es estrategia y yo enseñe microeconomía; que intente mejorar mi gestión del tiempo al observar a otra persona que es más ordenada que yo.
La diferencia material permite que todos tengamos más de todo, y que los bienes y servicios sean cada vez más asequibles.
Todo tiene un coste. La diferencia anatómica explica que yo no pueda hacer determinadas cosas como alcanzar la estantería más alta. La diferencia en capacidades es la razón por la cual aprendo más lentamente que otras personas o me cuesta ser diplomática. La diferencia material trae consigo que unos vivan mejor que otros. Y eso es difícil de gestionar, porque es utilizado como argumento por los igualitaristas y los pobristas. Igualemos por abajo.
También hay que tener en cuenta que la diferencia, que activa lo mejor de nosotros mismos, también despierta nuestra peor parte: la envidia, la soberbia (planificadora), el parasitismo. Es la naturaleza humana. De nosotros depende refrenar las sombras y dejar que lo mejor de nosotros mismos aflore. Por nuestro propio interés, que, con instituciones e incentivos adecuados, llevará al progreso de todos.