Ayer hablaba con un amigo de la muerte. De las inesperadas. Esos infartos que se llevan a algunas personas demasiado pronto.
- “¿Cómo estás?”
- “A ratos”.
Ocupar la mente es un alivio para los ratos malos. Pero es un arma de doble filo. Creo que así desemboqué en los bucles de hiperactividad, de avalanchas de deadlines, de exceso de trabajo estando de baja.
“Ocupa tu mente” es como decir “Alimenta tu cuerpo”. Lo interesante es con qué ocupas tu mente y con qué alimentas tu cuerpo.
Las redes sociales son un gran bufet donde encuentras chicles, espetos, chuletones, fruta, almendras y caramelos indiscriminadamente. De ti depende quedarte con el plato de lentejas, tan sanas, o atiborrarte de porquerías.
Y yo, lo reconozco, estoy para pocas porquerías: mentales y físicas. He aprendido a alimentarme de proteínas y vitaminas, sobre todo. Porque el hígado y los riñones, nuestros filtros, también se atascan, como las alcantarillas si no limpias la hojarasca.
No poner filtros a lo que entretiene la mente es aún más peligroso. Acabas contándote historias para no dormir que te llevan a sitios desagradables. Te vuelves adicta al azúcar facilón de quienes están en X (antes conocida como Twitter) para engordar su ego y tapar sus enormes complejos.
Yo me quedo con mi amigo, sus apocalipsis y sus buenos y malos ratos.
Me ha encantado y sacado unas buenas risas comparando los espetos y chicles con las redes.