Hace muchos años, en uno de mis cuentos inconclusos, describía a una mujer-espejo que sufría porque reflejaba a la persona que tenía enfrente de manera que todo el mundo la trataba como se trataría a sí mismo, pero nadie la veía, la amaba o la odiaba por lo que ella era, en realidad. Quedó inacabado.
La vida en sociedad es como estar en la saca de los espejos. Hay que hacer un esfuerzo de introspección y. análisis para ser conscientes de cómo cada uno de nosotros proyectamos nuestras heridas, defectos y necesidades en los demás, y también cuándo el otro nos trata de manera injusta porque está proyectando todo eso sobre nosotros.
El sábado asistí al segundo encuentro CPS Live 2025 (los que os quedasteis con ganas de enteraros antes, hay un grupo de MeetUp). Uno de los participantes primerizos compartió al final lo reconfortante que es encontrarse con una comunidad de personas que comparten intereses y frikadas como tú. Félix expresaba lo que todos habíamos sentido alguna vez y seguimos sintiendo. Porque todos necesitamos vernos reflejados en el otro, de alguna manera. En la comunidad CPS hay personas de diferentes edades, formación, ideología, origen. Éramos más de cien. Todos con la curiosidad por montera y las ganas de aprender como única misiva. Gracias a Pau Mugarra y a todos los voluntarios que fueron increíbles.
Pero no siempre la casa de los espejos sirve para aupar a otros y a hacerte crecer. Hay otros casos en los que los espejos sirven para esconderse y no asumir responsabilidades. Hay un personaje que no voy a nombrar (por temas judiciales) que tiene un patrón de comportamiento que roza lo patológico (igual no solamente lo roza). Este personaje ataca a los demás señalando en ellos sus propios defectos y vicios. Es como el mentiroso que acusa de mentir o el infiel que se muestra exageradamente celoso con su pareja. Y saco esos dos ejemplos porque el personaje en cuestión es infiel a su mujer y es un mentiroso eficiente.
Esta mañana leía la maravillosa columna de Xavier Marcet “De tóxicos y resultados” donde el autor dice: “Y cuando los tóxicos son directivos notables de la organización, entonces, su capacidad de empañar la organización es enorme”. ¡Cuánta razón! El personaje en cuestión es descrito perfectamente por las palabras de Marcet. La pena es que los dueños de la organización no siempre lo ven. Y que los subordinados no dicen ni pío por miedo al bulling que este tipo de personas y sus acólitos son capaces de desplegar. Curioso, siendo víctima de bulling en su infancia. Se asombrarían (o tal vez no) si supieran qué es capaz de hacer este personaje con las palabras de Marcet.
La única esperanza es que la justicia ponga a cada uno en su sitio, pero no es una esperanza muy grande. Hay situaciones entre dos personas difíciles de demostrar. Y así, por donde van, los tóxicos van arrasando y quemando equipos y amistades.
Temazo María, gracias por traerlo. Al final proyectamos en otros lo nuestro. Tengo una dinámica para trabajar con equipos esto que siempre que la hago sorprende. Quizás en algún momento que coincidamos te la puedo compartir.
El asunto es que en la justicia pasa lo mismo. Arriba y por todos los costados hay de esos, los inmorales, que son los que más miedo tienen, y si no son de esos son de los que no hablan porque pierden el trabajo. ¿Y los pocos que son morales? Hasta ahora lo que vi es que fallecen en el intento. A seguir intentando, diría mi tía la optimista.